Desde otra vida,
con otro ánimo,
desde un lugar distinto,
acompañado o solo,
a veces enamorado,
siempre con dudas,
con certezas,
lleno de incertidumbre,
después de una tarde de sol en el balcón,
mientras tomo una limonada
en la playa solitaria de Biarritz,
al amanecer en un bus que me lleva
rumbo al lago de Garda,
bailando en un club latino de Colonia,
tomado de la mano del amor
deambulando por Madrid,
sentado mientras leo un libro,
montando cicla a orillas del Rin,
siempre pensando en qué sentido
tiene este comenzar de nuevo,
el estruendo maravilloso de la felicidad,
la lluvia fina de la melancolía
o el terremoto inesperado de la tristeza,
a veces doblegado por la belleza
de las mujeres de Andalucía,
otras oyendo música,
toda la música
del incesante río de la vida
en una noche interminable en París,
añorando Colombia,
queriendo siempre estar en Bogotá
para sentir el eco eterno
de la voz de ese amor que no me olvida,
con un deseo de volver,
de regresar a los brazos amorosos,
al idioma de mis iguales,
de mis más cercanas semejanzas,
todos los míos,
ese soy yo cada nueva mañana
en que por no sé qué razón
despierto del olvido
y sé que soy el sueño de tu vida,
ese yo que sólo tú amas.