Soy el que baila abrazado a los sueños.
Soy el que camina sin rumbo.
Soy el lector de poemas, el escribidor.
Soy muchos que se parecen a mí.
Soy el nadador de otros mares:
pescador, pez, nadador.
He escalado montañas, recorrido páramos,
he descendido junto a ríos caudalosos,
he conocido nuevos mundos,
he amado y sido amado,
he llorado muchas tristezas
y comido helados de fresa en el verano.
Disfruto cada mañana con sol y aire puro,
el placer de oír el viento entre los árboles,
el sol que se posa sobre mi piel,
la luz del mediodía, las noches con cielo despejado,
el mar Caribe y su olor a paraíso.
Hay tardes ibicencas en las que bailo y bailo
hasta caer rendido en una sonrisa enamorada.
Me gusta ser amado, adorado, querido
y los ojos que tienen estrellas fugaces en la mirada.
No olvido mis amores: sus rostros, sus besos,
su generosidad, su eternidad compartida.
Volveré siempre a Colombia, el único lugar
de esta tierra donde no soy extranjero,
donde desandan mis recuerdos, mis antepasados,
donde no me olvidan los amigos,
donde hay un amor para mí.
Me gusta desandar otros mundos,
caminar ciudades,
enamorarme del amor,
hablar otros idiomas,
reflejarme en otros ojos
y volar, dejar atrás los yos
que ya no son míos.
Olvidar los pesos muertos,
ser libre, no dejar de andar.
Sobre todo, me gusta saber,
no dejar de saber: la interminable
búsqueda del conocimiento.
Deseo el tacto suave de la piel de una mujer,
su boca y su mirada,
recorrer enamorado su cuerpo,
hacer el amor y despertarme con ella a mi lado.
Me gusta el olor a pan recién hecho,
un café humeante en la mañana,
leer el periódico y charlar de cosas intrascendentes.
Saber que estoy vivo, eso es lo mejor.
Ser parte de la vida y entregarse a ella.
Vivir por el placer de vivir.
A veces, soy el que tiene un sueño
y va tras él.
Otras, me encierro en mí y vivo enclaustrado
entre pensamientos y recuerdos.
Todos ellos soy yo y mañana no sé qué seré.
Esta es la vida
de ese que tú tantas veces
has salvado de la tristeza,
ese que tanto te ama.