Esa
noche
nos
amamos sin medida,
nos
arrancamos la ropa,
la
ausencia y toda la tristeza postergada.
Le
robamos beso a beso
a
nuestros cuerpos la inmortalidad.
Anudamos
nuestra pasión
al
placer de ser uno en el vuelo del otro.
Fuimos
el amor en la piel del otro.
Nuestros
cuerpos ardieron
bajo
las llamas interminables
de
todos los deseos.
No
hubo sueño que no soñáramos.
Fuimos
placer en la tormenta
y
tierno refugio de los días tristes.
Tantas
horas fuimos
fuego
en el cuerpo del otro.
Ahora
al recordarte
se
prende el fuego de la nostalgia
por
esos rincones de mi cuerpo
que
el deseo aún cree tuyos.
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