Tus besos
se desprendían de tu boca
como lluvia en la montaña
que caía llena de ilusiones,
húmedo sentimiento que se quedaba
al borde de mis labios.
Tus brazos peregrinaban por mi cuerpo,
tus manos dulce demonio tentaban mi piel.
Por tu cuerpo bailaba el deseo.
Mi mano corría por el bosque de tus sueños.
Amor precipitado al fondo de tu mirada
convirtiéndose en océano inquieto.
Mariposa transparente
posando su mirada en mis ojos.
Lluvia tibia de mis otros yos
que caía sobre los dos sin percibir
más que la vida galopando por tus venas.
Mi cuerpo se estrechaba al tuyo.
La eternidad se echaba a volar,
cubría el cielo y la tierra,
se perdía más allá de las montañas,
Éramos todo y nada
y todo nuevamente.
Tus manos buscaban mi piel
para hacer sus nidos
y regresaban a ti acariciándote.
La imaginación de nuestros cuerpos
nos escondía de la tristeza.
Nada debía separarnos,
pero al despertar y abrir la ventana
para que el tiempo detenido
volviera a galopar,
te habías ido.